Me encontraba practicando el deporte del zapping cuando en una cadena, tal vez la segunda, apareció Lola Herrera. Se trataba de una entrevista a cargo de un periodista de los que frecuentan la pequeña pantalla, aunque su nombre, no obstante, lo desconozco. Si tuviera que elegir una actriz de teatro, creo que mi cabeza entraría en divagaciones entre Lola y Natalia Millán, aunque pienso que al final me quedaría con Lola.
La entrevista no fue muy larga, pero me volví a quedar prendado de esa mujer que frecuentaba la tele en blanco y negro y que se consagró del todo en el teatro con obras de la talla de "Las amargas lágrimas de Petra von Kant", "Solas" y, muy especialmente, la versión teatral de la gran obra de Delibes "Cinco horas con Mario".
Lola Herrera es una actriz de carácter, con una marcada personalidad, una serenidad excepcional en escena y una capacidad dramática fuera de lugar. Hay grandes damas de la escena española que posiblemente tengan más nombre: Nuria Espert, Marisa Paredes, Amparo Soler Leal, ... pero en Lola Herrera siempre he observado una naturalidad implacable.
No obstante, lo que hizo que me quedara prendado de Lola Herrera fue su saber estar, su forma de responder, su elegancia ..... su categoría humana. Lola habló de su frustrado matrimonio con Daniel Dicenta, y lo hizo con sencillez, sin reservas, timideces ni excusas; no le tembló la voz al afirmar que fue "abandonada como un ciprés" y al contar cómo tuvo que salir adelante sola y con dos hijos en una época, 1967, en la que a una mujer se le negaban unos cuantos derechos. Escuchando a Lola Herrera uno es capaz de hacerse cargo de los importantes avances que se han producido en este país en cuestión de igualdad de la mujer sin tener que oír afirmaciones llenas de rencor y revanchismo. Ella se limitó a contar las cosas como eran y así se llenó de argumentos y de razón.
Habló también de su infancia y juventud en Valladolid, con referencias entrañables a su abuela, una mujer marcada por los malos tratos, y a su madre, fallecida hace un mes a los 95 años. No tuvo reparo, por otra parte, en reconocer su edad, 73 años, desmintiendo a quienes, desde mi punto de vista con criterios trasnochados, pretenden quitar "feminidad" a las mujeres que admiten la cifra de su edad.
Lola Herrera habla pausada y serenamente, ofrece paz a quienes la escuchan y lanza afirmaciones llenas de sentido común. No le tembló la voz al reconocer que le "quedan tres telediarios" ni al relatar cómo con los años uno va perdiendo el miedo a la muerte, a la que se acaba enfrentando como una realidad inevitable.
Habló de las dificultades de una profesión que absorbe, que te dificulta una vida familiar, que te puede alejar de la vida ordinaria, pero que tras escuchar a Lola Herrera, uno no tiene dudas de que es compatible con la normalidad, la cercanía y los buenos sentimientos.
Con todo mi respeto , admiracion y ganas de algún dia compartir escenario con ella, un gran saludo a Lola Herrera.